LUCHADORAS REVOLUCIONARIAS. ANÁLISIS DE LAS CRÓNICAS DE ETCHEPARE
La guerra civil española, un escenario bélico que llamó la atención de cientos de
medios alrededor del mundo, concediéndoles la oportunidad a incontables
periodistas –ingleses, norteamericanos y sudamericanos- de arribar a España e
informar de primera mano lo que sucedía. Algunos lo hicieron desde el bando
nacional y otros, como nuestro compatriota Alberto Etchepare, desde el republicano. Las
experiencias fueron muy distintas.
Milicianas | Foto: El Imperio de Des |
Nuestro
compatriota conoció varios sitios, enfrentó situaciones adversas y habló con
incontables individuos. De todos ellos supo rescatar historias y plasmarlas con
su pluma. Entre esas, surgen las de tres mujeres que, más allá de la
individualidad, se manifiestan como la representación de tres conceptos: la
pasión, la lucha y la libertad.
También puedes leer: ¡No pasarán! El rol de las mujeres españolas en la guerra civil
La Pasionaria
El primer texto dedicado a una figura femenina en Don Quijote fusilado, es el titulado “Dolores Ibárruri, ‘La Pasionaria’, corazón
y verbo de España republicana”. Una crónica que nos conduce a la entrevista
que Etchepare le realizó a la dirigente comunista, destacada por su
participación política en la II República y la guerra civil. Entrevista que
desde el comienzo, contiene un tinte de lucha de parte del entrevistador.
Ninguna
de las crónicas están fechadas. Por lo tanto, no sabemos con exactitud en que
momento Etchepare se encuentra con la Pasionaria. Durante el relato se observan
detalles que podrían ayudarnos a contextualizar el encuentro, pero no los
suficientes como para salir de la especulación. Lo que sí sabemos es que el
encuentro tuvo lugar en Madrid, en la sede de la Secretaría del Partido
Comunista.
Desde
el inicio de la crónica, Etchepare enaltece la figura de la Pasionaria. La
describe como una “infatigable luchadora”, “auténtica mujer del pueblo”,
“tocada por el dedo de Dios”; en resumen, una “mujer-profeta”. También menciona
sus rasgos físicos, cálidos en la cotidiana –es decir, puramente femeninos-
pero duros al momento de hablar de lucha: “Su
voz se hace grave, se endurece, hablando de la traición: ‘Los hombres y mujeres
de España preferimos morir de pie antes de vivir de rodillas’.”[1]
También puedes leer: La crónica. Entre literatura e información
Quien
inicia la entrevista es la misma Pasionaria. Impulsa a Etchepare a comenzar, y
este le pregunta como se había hecho revolucionaria. Si bien realiza un rápido
repaso por su vida para argumentar, la frase más significativa es: “(…) me rebelé contra un régimen que se
asentaba sobre nuestra esclavitud”.[2]
Mujer e hija de minero, vivió toda su vida en la miseria; ella más que nadie
podía hablar sobre la clase obrera y el sufrimiento que esta padece.
Dolores Ibarruri 'La Pasionaria' |
Una entrevista que se mece entre dos de las
clasificaciones existentes: de personalidad y de actualidad. Si bien Etchepare
hace énfasis en las cualidades personales de la revolucionaria, no deja de lado
las cuestiones informativas del enfrentamiento –el propósito de la ayuda
fascista, duración de la guerra, las ideas comunistas, el rol de la Iglesia-,
por ese motivo, su encasillamiento puede ser discutible.
Etchepare
no oculta su admiración por ella y la causa que representa. Si lo analizamos
más fríamente, podríamos afirmar que a raíz de esa fascinación, sus preguntas
carecen de cierta rigurosidad. Él la interroga y aborda las cuestiones más
urgentes pero no ahonda más allá del discurso que, como todo político, suele
pronunciar. Incluso, él se presta como mensajero: “¿Sabes que a través del océano hay millares y millares de seres que te
admiran y te quieren sin conocerte? ¿Qué puedes decirme para ellos?”, “Dime
unas palabras para los uruguayos…””[4]
Siguiendo la misma línea, finaliza la entrevista
preguntándole si desea agregar “alguna otra cosa”. Desde el punto de vista
periodístico, no suele ser una forma apropiada de concluir. Puede denotar poca
preparación para el encuentro, intento de extender el diálogo por falta de
material o lo que resulta evidente en esta ocasión, la afiliación con las ideas
del entrevistado.
Él
deseaba que la Pasionaria continuara hablando pero esta, como astuta mujer
política, le pide que él diga las cosas por ella apelando a su conciencia y
empatía: “(…) habla a toda América de lo
que has visto en nuestro pueblo. Di la verdad, solamente la verdad sobre el
carácter de nuestra lucha…”[5]
Lola, Trini o
Maruja
“(…) En las tenebrosas callejuelas
del barrio chino de Barcelona, o en los cafés galantes de un Madrid ya muerto,
ella fue reina propicia a todas las fragilidades. Muñequita de placer, fragante
objeto del vicio, que se alquila y se olvida”, narra Etchepare en la segunda crónica titulada “Una mujer muerta en el frente español”.
La historia de una mujer
española que -como otras tantas- antes de unirse a la lucha del bando
republicano era prostituta. La prostitución en esa época era moneda corriente,
y como se menciona en el capítulo anterior, una de las tantas problemáticas que
se pretendía combatir.
Desde el
comienzo, Etchepare no menciona el nombre real de la chica. Sugiere algunos,
como en un intento de recordarlo pero seguidamente, interpela al lector
preguntándole si eso importa realmente. Lo significativo aquí es la historia,
por eso la da a
conocer. Representar la realidad de muchas a través de una. Recordemos que el
lugar de la mujer era el hogar, no quedaban muchas más opciones.
Por lo que el periodista cuenta, no
la conoció personalmente. Si bien cuenta al comienzo que es la primera vez que
ve morir a una mujer en el frente, seguramente no tuvo la misma posibilidad de
diálogo o cercanía que con la Pasionaria. Utiliza lo que colegas de la joven
rumoreaban o sabían de ella para desarrollar su crónica: “(...) Nos dijeron
su historia... Era una mujer de la vida. De la vida de esclavitud a que son
condenadas por el regente del taller, que las empuja, y las celadoras de la
moral, que las desprecian”.
Durante el desarrollo del relato,
Etchepare toma como fecha clave el 19 de julio de 1936 –día que el pueblo
español responde al golpe de estado militar- para explicar la rebeldía que
embargó a la protagonista, llevándola a unirse a las filas republicanas.
Aprovecha además, para verter en las líneas su opinión sobre los impulsores de
la sublevación; se refiere a ellos como “señoritos”, “traidores”, “holgazanes
hijos de papá” y “oficialitos de sangre azul”.[6]
“Y entre la multitud, en medio de
otras mil mujeres del pueblo, iba Lola o Trinidad o Maruja. Con las armas que
se quitó a los rebeldes, se improvisaron columnas que marcharon a Aragón, en
busca de más enemigos. Hombres y mujeres”[7],
narra el periodista. La muchacha
quería luchar por esa España igualitaria, esa que asomaba en el horizonte y
prometía sueños nuevos a las clases oprimidas.
Etchepare, recurriendo a
sensibilidad del lector, va finalizando su relato con la verdadera razón que
movilizaba a la joven: “(...) Intuyó el sentido de esta guerra y presintió
su liberación. Quiso ayudar a la caída de una casta inmoral, que fomentaba y
sostenía la prostitución como un mal necesario”[8].
Todo esto, se corresponde con lo que se ha venido mencionando
anteriormente: la revolución femenina dentro de la revolución libertaria del
proletariado.
Lo que Beevor menciona, refiriéndose
a algunos de los objetivos que las asociaciones de mujeres perseguían, y parte
del mensaje que propina “Libertarias” en el film, se resume muy bien en
este conciso relato: el triunfo de una nueva generación de mujeres, la de
verdaderas mujeres libres. Por eso Etchepare remata: “Y agarró una pistola y
corrió con el pueblo a las barricadas de la libertad. Que era ‘su’ libertad.”[9]
Lina Odena
La
historia de una valiente barcelonesa se hace presente en Don Quijote fusilado: “La vida y la muerte ejemplares de Lina Odena”. Esta
tercera crónica nos presenta a Paulina Odena García –más conocida por Lina-,
una joven miliciana comunista de unos veinticinco años de edad que se convirtió
en un ejemplo de lucha para los defensores de la República.
Etchepare comienza su relato con la descripción de
Lina; presenta el personaje y el contexto. Nos cuenta que a diferencia de la
mayoría de las chicas de su edad, Lina se involucró en la cruda realidad desde
pequeña. Abandonó el colegio para trabajar y ayudar a su familia. Eso cambió su
perspectiva del mundo. No toleraba la injusticia. La clase obrera merecía
mejores condiciones. Por este y otros tantos motivos, se convirtió en
revolucionaria.
Paulina 'Lina' Odena García |
Además
de enseñarnos parte de su vida, el periodista realiza un paralelismo entre ella
y chicas adineradas, las “niñas bien”. Intenta despertar compasión en el lector
describiendo la horrenda realidad de Lina y la desigualdad social existente
entre una clase y otra: “(…) ¿No era ella una muchacha con iguales derechos
a la vida que las demás mujeres españolas? Y cuando observó que no era la
única, que tenía millares y millares de hermanas que, como ella, sufrían esa
burla terrible de la sociedad (…) Lina Odena se hizo revolucionaria.”[10]
Una
breve crónica donde se nos permite visualizar la guerra desde la perspectiva
femenina. Valiente y audaz. Una mujer que como muchas, no dudo nunca en empuñar
un arma y defender la causa. Además, llegó a ser dirigente de las Juventudes
Unificadas de España, un cargo de suma importancia en aquel momento.
Pero
desafortunadamente, su futuro se truncó. El 14 de setiembre de 1936, sería una
fecha de enorme congoja para el Ejército Popular. Etchepare cuenta que la joven
revolucionaria sufrió una emboscada mientras viajaba por la carretera desde
Guadix a Iznalloz: “(…) Los moros querían capturarla viva. En la oscuridad
brillaban los ojos de las fieras africanas que traía Franco para salvar España”[11].
La utilización de metáforas es frecuente en sus crónicas; pretende intensificar
las descripciones para sacudir al lector.
Al
igual que los escoltas que la acompañaban, luchó por escapar de las garras de
sus enemigos pero fue en vano. Sus camaradas murieron durante la balacera, y
ella no se permitiría ser capturada. “Y con la última bala que tenía en
su cargador se mató Lina Odena, la miliciana heroica, la juvenil luchadora
revolucionaria”, sentenció.
Etchepare
utiliza adjetivos para referirse a Lina. La engrandece. No se priva de expresar
su sentir en la crónica. La coloca en el lugar más alto y acusa: “Su
imagen presidió los grandes actos populares, su vida se señala como un ejemplo,
su muerte fue una lección para los traidores y para los cobardes”.
Historias de luchas y reivindicaciones. De querer cambiar
el mundo y evitar que gobierne el terror y la injusticia. De mujeres con temple
de acero que lucharon igual o inclusive más que cualquier hombre. Lo
demostraron, y estos valiosos testimonios son la prueba fehaciente de ello. Por
eso, Etchepare concluye: “Lina Odena es toda ella un símbolo de la nueva
conciencia femenina que está naciendo en el mundo, y de su sangre de heroína
han hecho una bandera luminosa las juventudes españolas”.
Lo que la guerra nos dejó
“Ningún ser viviente puede dejar de
colocarse al lado de una u otra clase tan pronto haya comprendido la relación
mutua entre ellas; no puede dejar de alegrarse con el éxito de esa clase, ni
dejar de sentir amargura por sus fracasos; no puede dejar de sentir indignación contra los que se
manifiestas hostiles a ella”[12],
explica Taufic citando al teórico y revolucionario ruso, Lenin. La reflexión
más oportuna para interpretar el actuar de Alberto Etchepare. Periodista, pero
antes que nada persona.
Informó, pero también se conmovió,
luchó. En medio de todo eso, supo además madurar como comunicador y explotar al
máximo sus capacidades. Frugoni lo menciona en el prólogo: “(...) fuese lo
que fuere el Etchepare de la ida, éste de la vuelta de España es un narrador
vivaz, plástico, emotivo, que comunica sus sensaciones con una precisión
certera de verdadero dominador de su oficio.”[13]
La crónica fue su arma por excelencia, y de ella sacó provecho hasta el final.
La guerra civil española dejó más de 500.000 muertos y cientos de exiliados. Y aunque hayan pasado ya ochenta años desde asalto, ese dolor aún no cesa. No solamente por lo que esta ocasionó durante su transcurso sino, por la derrota que sufrió el Ejército Popular y el castigo que ellos, y todo el pueblo español que supo defender a la ultrajada República soportó: humillación, torturas, violaciones, fusilamientos y desapariciones fueron los métodos utilizados.
Las mujeres fueron nuevamente
reprimidas al hogar. La revolución femenina, al igual que la proletaria, fueron
aplastadas. El régimen de Franco reivindicó los ideales de la derecha,
impulsando entre otras acciones, la reeducación de todas ellas y su hijos.
Tal vez la ética periodística
establece ciertos tipos de conducta pero, ante una causa moralmente injusta,
los periodistas –así como también los intelectuales- comprenden que la pluma
también es un arma valerosa. Etchepare lo supo desde el primer momento, y si
bien no permaneció hasta el final del enfrentamiento, mientras estuvo, se
nutrió de ella y relató todo lo que estuvo a su alcance.
Como afirmó el ex-presidente de
la Organización Internacional de Periodistas, Jean-Maurice Hermann: “para un
periodista la libertad real es la que le garantiza la posibilidad no solamente
de ejercer su profesión para ganar su vida; sino también la de cumplir su
misión social. Él debe tener la posibilidad de informar honestamente, educar y
distraer a sus lectores y expresar sus aspiraciones. Los límites de esta libertad
deben corresponder, ante todo, a los que su propia conciencia le ordene
observar, por respeto a su profesión y por devoción al interés general.”[14]
Cynara García
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