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El apagón

EL APAGÓN


  Tengo dos días de licencia, pero no me voy de la ciudad como todos. Esta vez, considero oportuno quedarme en el departamento y tomarme un tiempo para mis cosas.
  Paola viaja hoy a casa de sus padres y la sola idea de estar en soledad, me resulta más que interesante; jueves, viernes, sábado y domingo. No puedo pedir nada más.
  Mi habitación se encuentra en penumbras. Solo la luz de la portátil me hace compañía. El reloj sobre el escritorio marca las siete de la tarde y su tic tac reviste de sonido las desnudas paredes blancas.
  La ventana me regala una postal espectacular: Sinners bañada de estrellas y pequeños focos dispersos. Oscura, pero brillante. Una ciudad que nada tiene para envidiarle a las demás.
  Levanto la cabeza y ya son las once cuarenta y seis. Creo que es momento de tomar un café. Mis ojos comienzan a cerrarse, pero me niego a que el sueño gane el duelo. Debo terminar el segundo capítulo de la novela. Trabajar bajo presión no es lo mío... Solo un par de líneas más.
  Me voy hasta la cocina a preparar un expresso. Tomo la taza pequeña roja que guardo junto a la bolsa de mi grano favorito. Treinta segundos y ya está listo. Su sabor fuerte e intenso me hace entrar en calor. A lo lejos, el andar del ascensor se hace presente. Nada perturba la paz que reina esta noche.
  "Los Neris preparan el ritual. La fogata arde y las ofrendas se tiñen de un naranja tan potente como una tempestad. Las llamas, culpables de tan maravilloso espectáculo, anhelan alcanzar a los dioses". Me gusta. El segundo capítulo continúa en marcha.
  Mis dedos están entusiasmados. Parecen poseídos por una fuerza desconocida. Antes de comenzar el quinto párrafo, me sorprende un apagón. ¡Puta madre!
  Con la poca luz que la noche me presta y celular en mano, voy en busca de las velas. Cajones de aquí y de allá ¿Dónde están? ¿Paola las usó? Ya no hay. ¿Será posible? No me agrada esto. Voy al sillón de la sala y trato de mantener la calma. Al menos allí la ventana es más grande y entra más luz.
  "Nuestros operadores están ocupados en este momento. Aguarde en línea, por favor, su llamada será atendida a la brevedad... Usted tiene el número 15". ¡Parece mentira!
  Desde mi sitio, el pasillo se transforma prácticamente en una dimensión desconocida. Nada se ve, nada se percibe. Solo oscuridad. Comienzo a inquietarme. Mi corazón se acelera y palpita más rápido. Tengo miedo.
  ¡Vamos, que idiotez! Es solo oscuridad, la luz pronto va a volver... Ya soy grande, ¿a que le voy a temer? ¿A los espíritus? No hay nada paranormal en esta casa, basta de pensar en esas cosas... Pero la luz no vuelve, y tampoco me muevo del sofá. Solo pasaron cinco minutos, pero yo los siento como siglos. ¡Por favor!
  Escucho un ruido. Mi mente entra en alerta. ¿Qué es? Proviene del pasillo. Dios... El corazón se me va a reventar. Comienzo a sudar y sentir un escalofrío tan helado como nunca sentí en mi vida. Aguardo inmóvil. No permito siquiera que el sonido de mi respiración se pronuncie.
  El ruido se acerca y se hace más fuerte. Yo no quiero tener nada que ver con esto, es demasiada presión. No lo resisto, quiero huir. Pero no puedo, la puerta está del otro lado del pasillo. No tengo salida.
  Esa cosa me va a agarrar, ¿que hago? Mis ojos están clavados a la entrada del pasillo, esperando que algo se revele. Una risa infantil va creciendo en la oscuridad. Me desespero. El terror me envuelve y empiezo a sollozar como un bebé. ¡Que alguien me ayude!
  Para cuando pienso en saltar del sofá y lanzarme por la ventana como plan de fuga, un poderoso grito me inhabilita: "¡corten! Quedó perfecto, chicos, gracias. Pasemos a la siguiente". Mi primera grabación quedó perfecta, ¡estoy tan feliz! Ya lo dicen: actuar para cine es increíble, no tiene comparación.

Cynara García

Este cuento ha sido publicado en la versión digital de la revista Fantástica, revista de literatura fantástica en español.


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